Todo cambia. La voluntad del hombre, cansado de la lucha, en conflicto continuo con un ideario tallado a conciencia, ha dado paso a las sombras chinescas. El miedo a la tradición, hoy por hoy, no es más que miedo por tradición al miedo mismo. Polvo cubriendo el eco de teatros, salas de proyecciones…hasta el mismo corazón del romanticismo heredado. El oído pierde el timbre en favor del culto al ojo. La música queda relegada a acompañar la evolución del silencio, mientras el espíritu se sirve de dioses a la carta. Todo cambia a ritmo continuo…

Así pues, mejor dedicarse al cine.

viernes, 7 de octubre de 2011

Crítica: Cromosoma 3

Gemido de enano deforme

Sinopsis:  El psiquiatra Hal Raglen (Oliver Reed) inventa una terapia especial para tratar psicópatas que consiste en la somatización de los trastornos mentales del enfermo. Cuando somete a una mujer a este proceso de curación, contra lo previsto, se desata la furia de la paciente 

David Cronenberg afronta este proyecto de juventud de una forma correcta, manteniendo el suspense hasta su último término, sin olvidar ese espíritu de producción propia y regusto a serie B que identifica su obra hasta el comienzo del siglo XX1. El resultado es una película de clásica terror, en el q ue las interpretaciones sin ser a  destacar, no llegan a repercutir de forma negativa sobre la trama.
La problemática del guión es quizás el carácter esporádico de unos efectos, que reforzando el estilo “in saguinem” quedan a medio saborear debido a la escasez de profundidad de dichos elementos en la propia trama hasta ya avanzado el metraje, acompañando el suspense al ritmo de una banda sonora interpretada por Howard Shore, que se erige como pieza fundamental de la cinta y que consigue mantener los ojos clavados en la pantalla a la espera de un sobresalto meditado y esperado, pero que aún así en ningún momento pierde fuerza.

David Cronenberg demuestra que se le da muy bien un estilo cinematográfico de escaso presupuesto dirigido a una minoría amante de las sombras, la ciencia ficción y las escenas "gore", consiguiendo convertirlo en un producto al mismo tiempo muy visual y atractivo, sin recurrir al tópico cinematográfico del grito barato.

Quizás los monstruos no sean de sus creaciones más a recordar, aunque sinceramente, merecen la pena aunque sólo sea por el hecho de involucrar a niños a lo largo de la grabación con el componente de inocencia y vulnerabilidad de los mismos. No puede verse como precursora de nuevas ideas o punto de partida de un nuevo concepto del terror, pero integrándose en el estilo de tantas otras como “Santa Sangre” de Alejandro Jorodowski o  “Posesión infernal” de Sam Raimi consigue arrancar una sonrisa a los amantes del género.

                                                                                                                                                J.P De Cosa

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